La tasca de la intelectualidad
Ourense reivindica el "bar do Tucho", último vestigio de la Atenas gallega
CRISTINA HUETE - Ourense - 14/04/2010
Ourense tuvo una taberna como un sagrario. Un bar de vinos, auténtico cenobio de la intelectualidad y el arte. O'Volter, el "bar do Tucho" (Antonio Fontenla, su dueño), fue desde los sesenta y hasta mediados los ochenta la máxima expresión de una Atenas de Galicia que claudicó de sí misma acosada por la desmemoria colectiva y por la desidia institucional. Su desaparición marcó el fin de una época de compromiso cultural, de aquel "Ourense perdurable" que duró lo que tardó en extinguirse la Xeración Nós.
Méndez Ferrín, Casares, Quessada y Risco se inspiraron en O' Volter
Un 'roteiro' y un libro homenajean a la taberna, centro de reunión de artistas
Dos décadas después de que en 1985 las máquinas tumbaran sin contemplaciones las artísticas paredes de O'Volter con todos sus históricos murales, obra de los "artistiñas" ourensanos, los supervivientes de aquella resistencia apoyada en las tertulias dirigidas por Risco acaban de rendirle tributo al bar y al cicerone, espoleados por las fundaciones Carlos Casares y Vicente Risco y el Pen Clube.
Cuando, en 1985, entraron las máquinas a derribar O'Volter y parte de la historia ourensana, su dueño "empezó a cargar con un saco de melancolía: vagaba por las calles y no nos reconocía; aquello lo mató", rememora ahora Alberto Almeida Rebollo, autor del único libro que retrató aquel esplendor cultural en torno a unas tazas de vino.
Tucho Fontenla no era un tabernero al uso. Había sido maestro, tenía una sensibilidad especial por el arte y congregó en su santuario a la intelectualidad y los artistas. Escritores y poetas como Casares, Méndez Ferrín o Millán Picouto; pintores como Quessada, De Dios, Virxilio, Alexandro o Vidal Souto; escultores como Acisclo, Failde, Buciños, Iñaki Basallo o Moreiras. Por allí también pasaron el pintor Conde-Corbal, Luis Trabazos y Augusto Valencia, junto a periodistas y ourensanos con inquietudes.
La inspiración del momento les llevó a pintar y escribir en las nada lustrosas paredes del bar mientras Risco, con Tucho al fondo sirviendo vinos atento a los discursos, teorizaba sobre el mundo y su epicentro en una tasca del casco viejo ourensano.
Pero a mediados de los setenta, Almeida, vinculado a las tertulias, tuvo un pálpito. "Intuí que todo eso acabaría y me puse a fotografiarlo". Confeccionó un libro, un manuscrito de medio metro de largo por 25 centímetros de ancho con páginas de colores que identificaban los apartados (poesía, escultura, pintura) en los que distribuyó las fotos de los murales del local. Lo encuadernó y se lo regaló a Tucho a modo de ofrenda por su papel aglutinador, por su bohemia y bonhomía. El dueño lo colocó en un atril a la entrada junto al retrato de su mujer que él mismo bajaba a diario, religiosamente, del piso superior, en el que vivía.
O' Volter tuvo una muerte provocada. "Todos somos culpables", sostiene Almeida. Aunque matiza: "Sobre todo las instituciones, que miraron hacia otro lado". El desagravio colectivo a la tasca le llegó el viernes pasado con una sentida procesión, un "routeiro", dirigida por el profesor Alfonso Vázquez-Monxardín. Arrancó en otro mural, de Antón Failde, rescatado, este sí, por las instituciones locales del olvido madrileño y situado al pie del Barbaña, "uno de los espacios literarios de la ciudad", en palabras de Monxardín, que se empeñó en guiar a los congregados por un "Ourense perdurable por lo menos en el recuerdo".
Medio siglo después de que "o Tucho" dejara la enseñanza para hacerse empresario y abriera el santuario de O'Volter, y 30 años después de su reliquia, los ourensanos lo han convertido en patrimonio inmaterial. El hijo de Tucho, Vicente Fontenla, logró recuperar un par de cuadros y esculturas de la vivienda familiar. Nada más. Ahora, el autor de las fotografías que dan fe de la existencia de aquella tasca cultural que marcó el punto final de la Atenas de Galicia, prepara una novela con el argumento, real, de aquel manuscrito que entregó a Tucho y que, tras años expuesto en el atril, desapareció durante décadas para reaparecer, tras la muerte del singular cicerone, en otro bar de la ciudad.
En vida de Tucho, Almeida jamás se atrevió a preguntar por el manuscrito. "No quería comprometerlo", sostiene. El empresario tampoco le dio explicaciones. "Sencillamente, no hablamos de eso". Pero resultó que había decidido poner esa recopilación gráfica de la historia del bar y de la ciudad a buen recaudo. "Se lo entregó, a modo de albacea, a un amigo común", cuenta ahora el autor, quien se enteró de casualidad cuando en 1998 la editorial Ronsel editó el libro de Sofía Tros O Volter con las imágenes prestadas.
Finalmente, el manuscrito original de Almeida, O Volter, fragmentos para a memoria , fue editado el año pasado con textos de José María Pérez Álvarez, Chesi, Fernández Naval y Chus Pato acompañando las fotos. Fue el comienzo de la recuperación de la demolida historia ourensana y del retorno al punto cero.
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